LEGE

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lunes, 20 de septiembre de 2010

Consejo 6

No. 6

Julio (nombre cambiado por respeto), es un buen amigo quien en una ocasión me relató su primera cita con Sonia una chica que recién conocía en una capacitación internacional, se trataba de una joven abogada que había sido seleccionada por su institución para representarles en dicho evento. Las reuniones de las charlas se desarrollaron profesionalmente pero a Julio le llamó la atención la soltura de la chica, sus conocimientos jurídicos, nada comunes en una joven de su edad, quizá unos veinticinco años, su léxico, y sobre todo su sencillez y amabilidad, todas ellas, cualidades que Julio admiraba y deseaba en una compañera.

Recién mi amigo había salido de una ruptura de una relación que le dejó muy afectado, no creía que pudiese encontrar a una mujer que le hiciera sentir bien consigo mismo, pero conocer a Sonia le había parecido una bendición.

Dos días después de haber entablado una esporádica conversación se decidió a invitarla a cenar, la llevó a un buen restaurante y le com,pró flores, al estilo tradicional.

Durante la cena él pidió vino, ella ordenó la cena mientras Julio miraba sus ojos verdes profundamente. Charlaron todo el rato hasta que la cena fue servida, y para sorpresa de Julio esta consistía en no menos de cinco platos para la chica, su cita había pedido dos entradas, ensalada, de dos tipos, plato fuerte, (el más caro del menú), y dos postres. “¿Vas a comerte todo eso?” le preguntó asombrado, “no, lo que no pueda comer lo voy a llevar”.

Esa fue la última cita. Yo por supuesto reí mucho cuando con la historia y no pude evitar pensar “¡que tacaño eres!”. “No es por el dinero…” - me dijo – “si no por el gesto”… no terminé de comprender a mi amigo hasta que leí el consejo número seis del Rey Salomón. Entonces entendí lo que a Julio no le había gustado.

“Cuando te sientes a comer con algún señor. Considera bien lo que está delante de ti, y pon cuchillo a tu garganta si tienes gran apetito.”

Proverbios: Cap. 23 Verso 1 y 2.

sábado, 11 de septiembre de 2010

5

“¿Has visto hombre solicito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los hombres de baja condición.”

Proverbios: Cap. 22 Verso 29.

La diligencia es una de las cualidades más importantes de cualquier persona por el hecho de que con ella se pueden cultivar muchas más.

Entre las historias que más me han gustado de la Biblia se encuentra la de José, un joven de diecisiete años, apreciado por su padre, enviado por sus hermanos quienes terminaron deshaciéndose de él vendiéndole como esclavo.

Imagino los sentimientos del joven que poseía tantos sueños de grandeza. Su padre, era un hombre muy adinerado y le había demostrado con su preferencia que él era un chico especial, llamado para aun gran ideal, José había adoptado esas ideas inmediatamente, incluso había soñado en algunas ocasiones que sus hermanos le rendían pleitesía, y ahora, estaba encerrado en una celda de esclavos.

No tardó mucho en ser adquirido al servicio de la casa de Potifar, y no pasó mucho tiempo para que el patrón lo pusiera a cargo de la administración de la casa y sus propiedades. A causa de un mal entendido José fue a parar a la cárcel en donde también el carcelero en poco tiempo lo puso a cargo de los presos nuevos, hasta que, según la historia nos relata, llega a ser administrador de todo Egipto.

La historia de José me inspira mucho ya que objetivamente es la historia de un esclavo egipcio quien llega a ser un gran funcionario del gobierno, gracias a la ayuda de Dios y gracias a una cualidad simple pero esencial en José, Su Diligencia, era realmente una persona que trabajaba bien en toda circunstancia, hacia todo bien hecho, era responsable, o solícito como dice el consejo del Rey.

José, el chico con grandes sueños, al final los realizó, sus hermanos efectivamente le rindieron pleitesía, la pleitesía soñara. No es malo tener ambiciones en esta vida, mientras más grandes y más alto apunten nuestros sueños, mejor, pero lo malo es querer alcanzar esas ambiciones sin tener en cuenta la clave del éxito, una fórmula sencilla que nunca debemos perder de vista: “ESFUERZO + BENDICION = ÉXITO”.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

EL CONSEJO CUATRO

“No remuevas los linderos antiguos que pusieron tus padres.”.

Proverbios: Cap. 22 Verso 28.

Muchas personas piensan que el consejo en realidad quiere decir que no hay que cambiar la forma de pensar que tenían nuestros padres, es decir, lo toman como simbólico y que se refiere a no sobre pasar los límites de comportamiento que nuestros padres nos enseñaron.

Entiendo que dicha perspectiva es muy buena pero no concibo este consejo en ese sentido, sino más bien el consejo tiene un contenido mucho más literal.

En la sociedad agrícola del rey Salomón las delimitaciones de los terrenos se realizaban y quedaban establecidas por la tradición y no por un registro de la propiedad; no existían remediciones, no existían escrituraciones, etc. por tanto los linderos establecidos por los antepasados eran muy importantes, y sin embargo, los hijos, es decir los descendientes de aquellos que habían adquirido la tierra, en determinado momento llegaban a pensar que su padre no había realizado un buen trabajo al demarcar los linderos y se daban a la tarea de removerlos y establecerlos adecuadamente según ellos lo consideraban.

Dichas actitudes irremediablemente aparejaban disputas con los vecinos, quienes evidentemente veían afectados sus derechos de propiedad.

En la actualidad nada puede hacer mejor las veces de “La Manzana de la Discordia” entre vecinos como la delimitación y respeto de las heredades.

El consejo de no remover linderos va más allá de las acciones civiles que evidentemente se refieren a la adecuada convivencia con vecinos. También hace referencia al respeto del padre, es decir, al remover los linderos, los descendientes estaban asegurando con esa acción que sus ancestros se habían equivocado al momento de realizar el negocio jurídico.

Para entender ello debemos meditar en cómo los israelitas adquirieron la tierra. Después de entrar en la tierra prometida de Canaán, las tribus israelitas se dividieron la tierra y cada familia se asentó de acuerdo a sus necesidades, los descendientes de esa familia crecieron en esas tierras, y posteriormente estudiando los casos los hijos de estos colonos consideraban que se les había entregado demasiado poco a su familia y se daban a la tarea de remover linderos. Eso contenía un cierto menosprecio por la opinión de sus padres quienes habían consentido en adquirir los inmuebles con las delimitaciones que se les adjudicó en aquella época.

Los “padres” habían pactado, habían consentido y habían recibido su porción de terreno y ahora los hijos venían a reclamar considerando que no era justo aquello en lo que sus padres habían consentido, en otras palabras decían: “mi padre no sabia lo que hacia”, “Se equivocó”, “debió hacer las cosas mejor”. Etc.

El consejo del sabio va definitivamente más allá, involucra el respeto a la opinión de sus padres, a sus contratos, a sus pactos antiguos, los cuales, el Rey recomienda no echen por tierra para que no se acarreen problemas familiares y vecinales.-