Consejo 1:
“No explotes al pobre por ser pobre, ni oprimas en la corte al afligido. Porque el Señor Juzgará sus causas y despojará la vida de sus despojadores.” Proverbios: Cap. 22 Versos 22-23
Hace apenas unos meses tuve la oportunidad de representar a una adolescente a quien se le había perjudicado con el delito de violación en menor o incapaz, la verdad es que era mi primera vez como querellante pues únicamente había acudido a los tribunales penales como defensor. Se me ocurrió la idea de pedir indemnizaciones, es decir ejercer la acción civil por ese delito del cual yo estaba seguro se había perpetrado. Cuando llegamos a la audiencia inicial el imputado, con tres defensores particulares al lado, alegó que la victima únicamente había inventado los hechos para lograr beneficios económicos pues se trataba de una persona de escasos recursos, dicha motivación era para mi evidentemente falsa pues yo había sido el de la idea. Los abogados defensores alegaron básicamente ese argumento, y para culminar su desfile de argumentos un abogado ya entrado en años hizo su conclusión del asunto sosteniendo que no podría en definitiva decretarse una detención provisional por tratarse el imputado de una personalidad en la ciudad en donde se suponía cometió el delito, y que por tanto con la detención se iba a perjudicar su honra y su imagen pues se trataba de un miembro de una de las familias más importantes de la región, y efectivamente lo era. El caso es que pude darme cuenta los argumentos y la manera de pensar de muchos profesionales, el hecho de ser pobre de por si nos coloca un estigma indeleble frente a la sociedad, bien dicen que la pobreza no se disimula, pero ¿Por qué hay que esperar lo peor de los pobres?, ¿Por qué hay que pensar que sus motivos son bajos, viles y falsos siempre?, la verdad es que todo pobre es victima, si es mujer, es doblemente victima y si es niña, es peor, afortunadamente el juez no compartió el criterio de los defensores. Al escuchar el veredicto recordé el primer consejo del rey sabio, “no oprimas al pobre por ser pobre”. Las clases sociales o las posesiones nada tienen que ver con los hechos objetivos. Algunos abogados, por desgracia, van por la vida representando no las causas si no sus propios intereses. Quizá llegue el momento en la vida de todo litigante en que debe preguntarse cual es su verdadera causa, mientras tanto, debemos adentrarnos en la verdadera justicia, librarnos de prejuicios que empañan nuestro buen juicio y construir los argumentos más objetivos en nuestras acusaciones y defensas echando por tierra las falacias absurdas que no hacen más que evidenciarnos.
Ate. Cardoça