LEGE

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sábado, 28 de enero de 2012

Escoger un camino significaba abandonar otros

7 comentarios:

  1. La rata optimista

    Qué bien nos hace recordar que donde el hombre guarda su tesoro, ahí mismo encierra a su corazón. La alegría, como el entusiasmo, son estados internos irradiantes: no se pueden ocultar. La alegría es como la tos, sale afuera. El entusiasmo es palpable: brota de un sentimiento profundo de exaltación. Entusiasmo significa por etimología: "Dios adentro". La confianza en uno mismo genera una visión amplia y positiva de todas las oportunidades. Por el contrario, el pesimismo debilita las alternativas que ofrece una situación y consigue que los fracasos que imaginamos nos visiten.

    Si una persona cae en un pozo, no es conveniente tirarse adentro para sacarlo: se juntarían dos con la necesidad de salir. Hace mucho tiempo, dos ratitas que andaban por un tambo cayeron en un gran tacho con leche. El tacho estaba lleno de leche hasta la mitad -diría un optimista-, o medio vacío, corregiría un pesimista. Lo cierto es que, para salvarse, las dos ratitas, que por suerte sabían nadar, comenzaron a hacerlo. Pero, luego de un tiempo, una de ellas se sintió muy mal y empezó a desesperarse. No veía ninguna posibilidad de escape. Le decía a su compañera:

    –No me gusta, hermana. De aquí no salimos.

    –Cállate y sigue nadando –respondió la otra ratita, optimista.

    –Sí, ¿y que hacemos nadando? Esto es una fatalidad; no va.

    –Cállate y sigue nadando.

    –Esto es ridículo. Es gastarse inútilmente.

    –Cállate y sigue nadando.

    La ratita pesimista se cansó más que por nadar, del parloteo. Le ganó la desesperanza y desapareció de la superficie, ahogada. La ratita optimista siguió nadando. Tanto nadó que la leche se endureció por el batido, y se transformó en manteca. Pegó un salto y salió del tarro.

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  2. Acepta a los demás

    Si bien el camino de la superación personal no es fácil en ninguno de sus tramos, uno de los más arduos es el que nos exige aceptar a los demás tal como son. Esto es así porque a todos en general nos gustaría que los demás fuesen copias exactas de nosotros mismos.

    Una comprobación experimental de lo dicho consiste en lo siguiente: elige a una persona que no te conozca y observa atentamente su manera de vestir, de actuar y de hablar. Luego traba relación con ella pero con la precaución de tratar de imitarla lo más hábilmente posible. Si a continuación haces que una tercera persona le pregunte que opinión le ha merecido su nueva relación (o sea tú), verás que has causado una excelente impresión.

    Sin meternos en estas complicaciones, observemos las personas que trabajan en una oficina. Generalmente el jefe de la oficina no estima por igual a todos sus empleados, sino que hay algunos que son más apreciados. Si te fijas cuáles son, verás que son los que más se parecen al jefe en uno o más aspectos. Generalmente también, esto es aprovechado por algunos para hacer carrera copiando al jefe tanto como es posible.

    Esto no es más que la aplicación del principio general ya enunciado de que nos sentimos más a gusto con gente que se parece a nosotros. El corolario obligado es que nos sentimos a disgusto con gente que no se nos parece. Como las personas presentan tantas diferencias que se ha llegado a decir que no hay dos iguales, es muy probable que te toque alternar con personas que no son, en general, parecidas a ti. Ahí es donde comienzan los problemas.

    Tienes que aprender a aceptar a los demás tal cual son. Esto quiere decir que, si eres su superior de alguna manera (padre, jefe), tienes de dejar de tratar que actúen como tú actuarías. Si, por el contrario, es el otro el superior, tienes que dejar de esperar que actúe como tú lo harías. Por supuesto que hay cosas que deben ser hechas de una determinada manera porque es claramente la mejor o porque hay una política que así lo exige.

    Ocurre, empero, que a veces hay más de una manera de hacer las cosas y todas son igualmente válidas. En ese caso cada persona debe tener la libertad de hacerlo del modo que mejor le parezca. Si te obstinas en que todo tiene que hacerse a tu modo, generarás rencor contra ti o saldrás tú mismo frustrado. Lo seguro es que de un modo o del otro las relaciones personales se verán perjudicadas.

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  3. Evita los encasillamientos

    La superación personal implica estar abierto a la posibilidad del cambio, no encasillarse ni encasillar a los demás. El encasillamiento es una manera de rehuirse a las experiencias nuevas, de seguir siempre en la vieja rutina. El encasillamiento se consigue poniéndose etiquetas a sí mismo y poniéndoselas a los demás.

    Las distintas etiquetas que una persona se puede aplicar a sí misma se refieren a sus características físicas, su carácter, su conducta social y sus hábitos. Todos tenemos una idea de lo que somos y cómo nos comportamos; esto es lo que se engloba en el concepto de sí mismo, el cual no tiene nada de malo y puede coincidir con la realidad. El problema se presenta cuando se usa el concepto de sí mismo para privarse de experiencias que podrían enriquecernos.

    Por ejemplo, puedes opinar de ti mismo: que eres tímido o nervioso; que eres bueno para la música y malo para las matemáticas; que eres sano o enfermizo, gordo o delgado; que eres descuidado o meticuloso; que eres un aburrido o un solitario. Cualquiera de estas cosas puede ser verdadera o falsa, y en tanto no te perjudiquen puedes seguir pensando lo que quieras. Cuando se produce un conflicto, tienes que analizar si es verdadera o no la etiqueta que te has o te han adjudicado.

    Supongamos que de niño tenías un pianito de juguete y un tío que te escuchó tocarlo dictaminó que no servías para músico. A partir de ahí nunca te acercaste a un instrumento musical. Ahora que ya eres adulto, si no tienes nada mejor que hacer, bien podrías tratar de ver si el tío estaba equivocado y consigues aprender a tocar algún instrumento.

    Pueden ocurrir otros casos más importantes como, por ejemplo, que en el trabajo te propongan un ascenso si te trasladas a otra ciudad. Si tú eres del tipo de persona que prioriza la seguridad de lo conocido, que come siempre la misma comida, usa siempre la misma ropa, lee siempre los mismos diarios, perfectamente puedes negarte a que te asciendan con tal de no abandonar lo que ya conoces.

    Hay personas que evitan sistemáticamente explorar lo desconocido y abrirse a nuevas experiencias, recurriendo a las etiquetas que llevan pegadas. Pueden decir "Yo soy así, siempre he sido así y no voy a cambiar" para negarse a considerar siquiera la posibilidad de emprender actividades diferentes de las que siempre han hecho. Por supuesto que si una persona tiene una constitución débil no es conveniente que se inscriba para correr en una maratón, con el pretexto de vivir algo nuevo.

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  4. Los errores ajenos

    La discusión, la pelea y el señalamiento de errores ajenos -por el mero gusto de decirle al otro que se equivocó-, es una práctica muy difundida que goza de excelente salud en todos los niveles de la vida social. No importa de quien se trate, ni cuál sea la falla, el asunto es poner el dedo en el ventilador de los yerros y que el viento se encargue de repartirlos para todos lados. Yerros... ajenos, por supuesto. Cuando se trata de los propios no hay nada mejor que el silencio. 0 el olvido.

    Pero, ¿dónde nace tanta pasión perfeccionista? ¿Se pone el mismo énfasis para corregir, reparar, salvar situaciones ajenas, que en asumir y modificar las propias? ¿Qué sucede con la comprensión? ¿Y con nuestra capacidad para escuchar? Salimos corriendo a gritar errores ajenos para ser los primeros en llegar a la base de la perfección. ¿Desde qué modelo de excelencia?

    No se trata de disimular dislates, ignorarlos, encubrirlos. Ni esconderlos. Como en tantos otros temas, el asunto camina por los senderos de la sinceridad y del respeto. Cualquier disputa necesita por lo menos dos partes en confrontación. Si, además de pensar en los intereses propios, se consideran también los del otro, o de los otros, nos ahorraríamos larguísimas polémicas que lo único que dejan es hartazgo. ¿No se cansa la gente de pelearse? Seguro que sí.

    Desde la vieja rivalidad familiar que arrastra indiferencia, inquina o rancios rencores remotos, porque diez generaciones atrás un Capuleto se enojó con un Montesco, entonces por los años de los años del siempre jamás los unos vivirán distanciados de los otros, incriminándose, culpándose, atacándose. 0 en el mejor de los casos, ignorándose. La pregunta es: ¿con qué objeto? Y la otra cuestión: ¿hasta cuándo?

    Las equivocaciones también tienen un aspecto constructivo. Si se lo busca... se encuentra. Ese aspecto del error es precisamente el trampolín perfecto hacia el conocimiento, un camino de piedras, a veces blandas, a veces duras, compactas, inquebrantables como el acero, que permite saltar el río de los incordios hasta las costas de la sabiduría, o por lo menos llegar a las orillas del crecimiento.

    Desde el funcionario más encumbrado hasta el vecino de la esquina, desde aquel que ejerce cierta autoridad hasta el último de los dependientes, no son pocos quienes tienden a ponerse vestiduras de falsos custodios de purezas falsas. Y gozan con sincero placer cuando dan en el blanco del error ajeno. Me pregunto cómo sería la vida si esa misma energía se empleara en favor del crecimiento, de la prosperidad, del talento. Tal vez, un poco más tranquila, un poco más cordial, un poco más sabia. No sería poca cosa esa mejora.

    Señalar errores, incitar a la polémica, destacar la luz sólo para remarcar las sombras, lejos de ser una actitud de elevación, de desarrollo, de progreso, resulta una muestra de incertidumbre, mezquindad y soberbia. Todo depende de la voluntad de enseñar. 0 de destruir. Los humanos gozamos del privilegio de nuestra inteligencia. La historia de la humanidad ofrece sobradas muestras acerca de que no siempre la usamos para bien. Algunos no siempre la usan. Otros, simplemente no.

    Cuando lo que importa es la polémica por la discusión misma, sin otra intención que confrontar, lo que se consigue es rebajar la calidad de vida. Discutir es mucho más que estar en desacuerdo. Discutir es desmenuzar, abarcar todos los aspectos de un tema, o de una situación, para comprenderla, y desde ese entendimiento, lograr una mejor posición para todas las partes en conflicto. De otro modo, será un intento de pasar el tiempo, de disimular vaya uno a saber qué situaciones, de alardear de un dato más, una información menos. 0 cualquier otra cosa, menos discusión. Si las disputas dejan de lado su aspecto constructivo sólo para mostrar que el tonto es el otro, y uno es el verdadero dueño de las verdades verdaderas, sería un discurso tal vez impecable, pero completamente inútil, ¿no le parece?

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  5. Tener éxito

    Comúnmente se escucha hablar de "tener éxito" o de "alcanzar el éxito". Se da a entender que el éxito es algo que se puede poseer como si fuera una cosa material, o algo que se pueda alcanzar como uno podría alcanzar la cima de una montaña. Daría la impresión de que el éxito es un lugar al que uno puede llegar después de mucho andar, pero donde una vez arribados podemos descansar tranquilamente.

    Esta es una idea equivocada que ha provocado la infelicidad de mucha gente. Se tiende a confundir el tener éxito con tener la posesión de muchos tipos de cosas materiales: billetes de banco, residencias, automóviles, u otras cosas menos tangibles como amistades, amor, admiración.

    En realidad, el éxito no es algo que se alcanza o algo que se tiene. Tampoco consiste en que nos amen o nos envidien, o en que tengamos muchos amigos o relaciones. Es algo anterior a todo esto: es lo que permite que tengamos o disfrutemos de todas cosas. Ser exitoso es una cualidad de la persona, y lo que llamamos "tener éxito" es, nada más ni nada menos, que los resultados de esa cualidad.

    La capacidad de tener éxito es lo que distingue a las personas que lo tienen de las que no lo tienen. Esta capacidad no está necesariamente enfocada a conseguir riqueza o fama. Es una capacidad genérica para obtener en la vida los resultados que uno desea. La persona exitosa es aquella que puede obtener lo que desea, y la mayoría de los que tienen esta capacidad la orientan hacia lo que la mayoría desea: dinero y amor.

    Tener éxito, según esta concepción, es lo mismo que tener otras características como, por ejemplo, la fuerza física. Tener fuerza te permite levantar pesos que otras personas no pueden levantar, o caminar mayores distancias que otras personas. Tener éxito te permite obtener resultados que otras personas desean pero no pueden obtener.

    Para tener éxito uno de los factores fundamentales es saber comunicarse, tanto con uno mismo como con los demás. Aunque no lo sepas, todos mantenemos una permanente comunicación con nosotros mismos. Todo el tiempo estamos hablando con nosotros mismos sin emitir una palabra, solamente dentro de nuestra cabeza. Esto es lo que se llama el "diálogo interior".

    La calidad de tu diálogo interior es uno de los factores de los que depende que tengas éxito o no. Debes aprender a tener un diálogo contigo mismo que te permita alcanzar los resultados que deseas. Si constantemente te estás diciendo que es muy difícil que alcances lo que deseas, estás disminuyendo las probabilidades de que eso ocurra.

    La forma de comunicarse con los demás también es importante porque casi en la totalidad de los casos el resultado que queremos obtener depende de la cooperación de otras personas. La palabra "comunicación" en este caso no se refiere solamente a la palabra hablada o escrita; hay otras formas de comunicarse, por ejemplo, tu apariencia personal.

    Supongamos que para concretar un proyecto necesitas obtener un préstamo bancario. Cuando vayas al banco a solicitar el préstamo obviamente te pedirán comprobantes de que estás en condiciones de pagarlo, pero también influirá tu apariencia personal. Si no presentas la apariencia de una persona solvente, tal vez los otros criterios no sean suficientes.

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  6. Dogmatismo y educación

    El dogmatismo filosófico no fomenta la auténtica vida escolar, la empobrece porque le quita vida. La escuela filosóficamente dogmática no educa, ata. Cuando el sentimiento religioso se liga a una determinada religión organizada y se vincula, por lo tanto, a una iglesia y a los dogmas de una teología revelada, el espíritu de libertad queda irremisiblemente excluído, la verdad debe ser aceptada.

    Mediadoras necesarias entre la impotencia de la razón y la revelación divina, las iglesias son por esencia dogmáticas, reafirmando la concepción de que la libertad no puede ser concedida indistintamente a todos porque no puede tener los mismos derechos la verdad que el error.

    El dogmatismo religioso se ajusta a un proceso de transmisión ineludible de lo que se entiende como única verdad: la revelada. Una escuela dogmáticamente religiosa no educa, catequiza. Todos los dogmatismos —políticos, filosóficos, religiosos— descansan en la inflexible convicción de que se han apoderado de la verdad y son los únicos depositarios de ella.

    Todos los dogmatismos se permiten el control de lo que suponen es erróneo. Entre dogmatismo y libertad no hay conciliación posible. Porque libertad es diálogo, es búsqueda, y dogmatismo es imposición. La educación es el fruto natural de la madurez de una comunidad. Educar es un fenómeno de conservación y acrecentamiento de la cultura. La libertad es indispensable para la educación. Sin libertad no hay educación porque no hay savia espiritual que nutra el proceso; en ese caso se cae en el dogmatismo.

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  7. Queridos compañeros espero les gusten todas las reflexiones de superaciones que he querido compartir con ustedes estan muy bonitas las y los invito que las lean que les van a servir de mucho en nuestras hermosas vida, que Dios los vendiga y derrame muchas bendiciones hoy y siempre en su vida , y en su familia y amigos.'

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